Hay una cosa de la Navidad que nunca entenderé, ¿por qué a los niños que son malos se les castiga con carbón? Debería ser delito considerar una delicia como esta una penitencia.
Aquí le dejo la receta a los Reyes Magos por si encuentran demasiada maldad y tienen que preparar más cantidad de urgencia.
Ingredientes:
Para la glasa:
180 gr. de azúcar glass
1 clara de huevo
5 ml. de zumo de limón
Colorante negro
Para el almibar:
115 ml. de agua
350 gr. de azúcar normal
Para elaborar la glasa, mezclaremos el zumo de limón con la clara de huevo. Poco a poco iremos añadiendo el azucar glass hasta conseguir una pasta homogénea parecida al dentífrico. Una vez obtenida la «masa», añadiremos el colorante y removeremos de nuevo para que el tinte se integre con el azúcar.
Por otro lado pondremos al fuego el almíbar, removiendo constantemente para que no se convierta en un caramelo de color ámbar. El almíbar tendrá que alcanzar 127 grados. Si no tenéis termómetro, basta con echar unas gotitas en agua fría. Si al sacar el caramelo del agua se ha formado una gota densa, eso significará que ya está en el punto exacto.
Añadimos 35 ml. de la glasa anterior al almíbar, dejamos hervir unos segundos sin parar de remover y volcarmos el contenido en un molde forrado con papel de hornear.
Dejamos enfriar y cortamos en trozos.
Listo!! Los Reyes Magos ya tienen arsenal para seguir repartiendo dulces regalos a todos los niños malos.
Feliz noche de Reyes.
Feliz Navidad!!!!!
No creáis que me he vuelto loco, pero es que en mi casa la decoración del pino abre una puerta a la mágia navideña. Cada año sumo nuevos muñequitos y guirnaldas al abeto. Este año no podía ser menos, eso si, he decidido ser original creando mis propias galletitas que serán las que decoren mi pino durante todas estas fiestas.
¿Preparados?. Venga que comenzamos.
Cantidad para 30 galletas medianas
– Para las galletas:
260 gr. de mantequilla
280 gr. de azúcar glass
2 huevos pequeños
600 gr. de harina
Media cucharadita de canela molida
Media cucharadita de jengibre
– Para la glasa:
2 claras de huevo
400 gr. de azúcar glass
Unas gotitas de limón
Elaboración de las galletas:
Lo primero que haremos es mezclar la mantequilla con el azúcar hasta conseguir una mezcla esponjosa. A continuación añadiremos los huevos uno a uno. No es preocupéis, el resultado será una mezcla con aspecto un poco extraño. En este punto, añadiremos el jengibre, la canela y la harina pasada por un colador o tamiz ¿por qué la tamizamos? Muy sencillo, para evitar que nos aparezcan grumos en el proceso de mezclado de la masa. Actualmente las harinas que compramos en los supermercados vienen libres de cualquier tipo de impureza, pero nunca viene mal tamizarla para asegurarnos de ello y a parte, para airear la harina y conseguir un mejor resultado en nuestros platos.
El siguiente paso será estirar la masa, para ello, pondremos la masa entre dos hojas de papel para hornear, de esta manera evitaremos añadir más harina a la masa ya que, cuanta más harina añadamos más duras y quebradizas serán nuestras galletas. El grosor de la masa tiene que ser aproximadamente de unos 3 mm.
Una vez estirada, guardamos la masa en la nevera durante aproximadamente 2 horas, si es un poco más no pasa nada.
Hay personas que invierten el orden de los anteriores pasos, primero refrigeran la masa y despues la estiran. Yo por mi experiencia en galletas lo hago en el orden anterior, ya que al tener un alto contenido en mantequilla, la masa endurece demasiado al enfriar y estirarla es una misión imposible.
Precalentamos el horno a 180ºC.
Llega uno de los momentos más divertidos, el de cortar nuestras galletas. Podéis elegir el cortapastas que más os guste.
Una vez que el horno está caliente, colocamos las galletas de papel para hornear y las introducimos dentro durante aproximadamente 11 minutos, o hasta que veamos que los bordes de la masa comienzan a dorarse, todo dependerá del tipo de horno que tengáis en casa.
Finalmente, sacamos nuestras galletitas del horno, las dejamos enfriar y las colocamos sobre la rejilla del horno.
Elaboración de la glasa:
Batimos ligeramente las claras sin que lleguen a montar. Añadimos poco a poco el azúcar glass muy bien tamizado ( por el mismo motivo que os explique antes, a parte de que cualquier grumito podría obstruir la manga de decoración) Una vez montadas, añadimos unas gotitas de limón. El resultado debe ser parecido al de una pasta de dientes. Metemos glasa en una manga con una boquilla lisa del número 2 y la reservados muy bien tapada para que no se endurezca y se nos estropee.
Por último, decoraremos nuestras galletas a nuestro gusto. Podemos usar la glasa para hacerle los ojos a nuestros muñecos, ayudarnos de fondant para crear un Papá Noel para que se lo coman los más pequeños de la casa o como ya os dice antes, para decorar nuestro pino Navideño.
Este es otro de los platos de la nueva carta del Palacio de San Esteban. Es un postre pensado para los más golosos. La base es una salsa de toffee aromatizada con vainilla, cubierta por un ganache de chocolate blanco mezclado con una crema chantilly. Para darle un toque crujiente terminamos el postre con un crujiente de cookies de chocolate. Rico ¿no?
Este es uno de los nuevos entrantes que he incluido en la nueva carta del Palacio de San Esteban. Es una deliciosa tosta de pan de cristal regada con un chorrito de Arbequina, acompañado de un lomo de sardina marinado con un ligero toque cítrico, un chutney de tomate Raf con un delicado aroma que recuerda a especias de la India y unas huevas de pez volador maceradas con zeste de mandarina. ¿Qué os parece?
Realmente no voy a engañaros, nunca me había planteado viajar a Marruecos, por mi cabeza pasaban otros países que nada tenían que ver con este destino. El empeño de mi hermana hizo que aterrizásemos en Marrakech.
El viaje fue cortito, en menos de 2 horas estábamos allí. Nos metimos en un taxi y nos fuimos al hotel donde nos alojábamos.
No soy una persona de grandes lujos, por eso al llegar a los alrededores del Riad (casa tradicional) donde íbamos a dormir, el viaje comenzó a tener el encanto que yo necesitaba. Caminar por esas calles es como retroceder en el tiempo y descubrir lugares mágicos llenos de tradición. Tenderetes diminutos y oscuros, teterías con olor a menta, especias y más especias, calles estrechas llenas de polvo levantado por los burros y las motos que llegan a hacer insoportable el transitarlas, colores que inundan todos los rincones… Esto es Marrakech, salir cada día a la calle es como zambullirse en el sueño de las mil y una noches.
Por una de las callejuelas llegué a la plaza de Yamaa el Fna . Adentrarse en el corazón de los «restaurantes» improvisados que se sitúan por la noche en el centro, es recibir una bofetada de agradables aromas. Pequeños puestecitos en los que extranjeros y marrakechíes se juntan para degustar sus platos típicos.
Ese día estábamos muertos y lo único que necesitábamos era volver al hotel y descansar, eso si, con la clara idea de volver al día siguiente a comer en alguno de los puestos que ya habíamos dejado fichados.
Al día siguiente, tras un rico almuerzo, nos fuimos de nuevo a la plaza y descubrimos un lugar totalmente diferente. Los pequeños «chiringuitos» ya no estaban, su lugar lo ocupaban encantadores de enormes cobras, graciosos domadores de monos, músicos improvisados, dentistas y lo mejor para mi, dado el calor que hacia, decenas de puestos en los que hacían zumos de naranja naturales.
Y llegó el momento. A mi un país me conquista por su gastronomía y esta ciudad hace que yo me ponga a sus pies. Platos llenos de sabor que sorprenden desde el primer bocado.
El tajín es un plato típico de Marruecos el cuál se cocina en un recipiente de barro con una tapadera del mismo material con forma cónica. Es un plato compuesto de carne de de buey o cordero o pescado acompañado normalmente de verduras y varias especial. Su sabor es suave con un fondo de canela.
El cuscús está compuesto por sémola de trigo. El cuscús que yo he probado en España no tiene que ver nada con el que he probado en Marrakech. Tiene un sabor suave. No puedo destacar ninguna especia en particular ya que todas están en su justa medida, eso sí, cada bocado es una explosión de sabores. El cuscús se cocina en la cuscusera, un recipiente de barro o metal dividido en dos alturas. En la parte inferior se prepara un estofado de carne o pescado con verduras y especias. En la parte superior se vaporiza la sémola de trigo. Se suele acompañar de legumbres, dátiles, uvas pasas…
El Mechui es un asado de cordero cocinado bajo tierra durante varias horas. Sobre este plato no tengo mucho más que comentar. Es un sabor muy rico pero totalmente diferente a los corderos que estamos acostumbrados a comer en España, supongo que será por el tamaño del cordero en el momento del sacrificio.
Podría estar durante horas haciendo un listado de los platos que he degustado durante mis vacaciones, pero ¿Sabéis qué? Prefiero que seáis vosotros mismos los que lo descubráis y os dejéis llevar por sus sabores y sobre todo sus aromas.
Volver… no se cuando tendré la oportunidad, pero lo que tengo claro es que quiero disfrutar de nuevo de sus calles, de sus amables gentes y de volver a vivir una experiencia tan diferente a las demás.